Teología política

El mesianismo y las utopías, el principio ‘esperanza’, el fin de la historia o el apocalipsis como (in)cumplimiento de alguna profecía o “proyecto”, la tensión entre ley y fe, la soberanía y sus fuentes, la economía y el gobierno en su vínculo con la salvación: tales temas se inscriben dentro del debate sobre teología política en que se involucraron, durante el siglo pasado, pensadores tan diversos como Peterson, Carl Schmidt, Benjamin, Bloch, Taubes, Barth, o recientemente Agamben.

No creo que exista ninguna condición para debatir con seriedad sobre estos temas en el Ecuador. Nuestro ambiente intelectual es ajeno a los debates que suponen pensar con rigor y constancia. No hay lugar aquí para el trabajo intelectual. A ratos uno se pregunta si existen todavía intelectuales. Incluso las universidades han estado cerradas a la teoría, y más ahora que marchan silenciosas al compás que marca el régimen: una orientación tecnocrática, ajena aun a las ciencias, con un abierto desprecio por las ciencias sociales y las humanidades —pues nada hay que tema más la tecnocracia autoritaria que el pensamiento crítico.

Tal vez lo que se percibe en el ámbito intelectual ecuatoriano no sea sino la manifestación marginal de una circunstancia que parece universal: la decadencia de ciertas formas del pensamiento que en Occidente estaban vinculadas con lo que se llamó filosofía. Casi nada ha surgido desde lo oriental, incluido el mundo indígena americano, que pueda suplir esa falta de “ideas” que parece dominar; a lo mucho, planteamientos muy vagos de formas alternativas de la relación humana con la naturaleza (¿El ‘sumak kawsay’ es algo más que un retorno al paraíso?).

Parece necesario distanciarse de la “práctica” para examinar cómo opera la política, incluida la que se pretende revolucionaria. Cuántas veces se recurre a caudillos portadores de la esperanza mesiánica que se invisten luego de soberanos. Cuántos se entregan a los proyectos salvadores, y no vacilan en involucrarse en regímenes autoritarios . Cuántos salvadores acaban en déspotas…

Lejos de ejercer pensamiento crítico, los intelectuales —los sumisos al poderoso de turno y aquellos que lo cuestionan desde los mismos supuestos ideológicos— afirman los cultos: loan a naciones o pueblos, idolatran a héroes, banderas o espadas. Las liturgias cívicas ocultan el pasado bajo el mito, o sirven para que el caudillo de turno simule su pertenencia al linaje de algún fundador de la patria. Con ello, la historia queda sepultada y se mitifica el presente.

Esta trivial teología es el medio del que se sirve el poder para el dominio. Deviene en sistemas de creencias y expectativas que hoy se insertan en mecanismos mediáticos, el marketing, la publicidad. Nos hace falta una crítica implacable de la teología política.


Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/teologia-politica.html