Pablo Barriga en persona ante lo público

Personalmente/Público (Quito, PUCE, 1998) es el extraño título de la colección de reflexiones, fabulaciones y apuntes humorísticos que nos ofrece Pablo Barriga en su sexto libro. Tal título resume una contradicción propia del artista: su labor responde a una necesidad interior, personal, íntima, y a la vez está encadenada al vínculo con un público, con los otros. El artista, para serlo, necesita la exterioridad. La cuestión es ciertamente más compleja, pues lo que se juega en la intimidad es la relación del artista con la obra, con el lenguaje, en una singular apertura al acontecimiento significativo. El artista, en la intimidad, se sabe dominado por esta apertura de la obra al acontecimiento significativo, se sabe sobrepasado por la fuerza de esta apertura. Mientras el cuadro, la escultura, el poema, la melodía se componen, la máxima libertad del artista, su plenitud, es su entrega, su sumisión a la obra. ¿Cuánto tiene que ver el público con el proceso creativo? Yo diría que nada, o muy poco. Pero el resultado del proceso creativo es un cuadro, un poema, una composición musical. Un singular objeto artístico cuyo destino es un lector, un espectador, un auditor. Alguien que ponga ante su escucha o su visión tal objeto, para libremente someterse a su movimiento, a su ritmo, a su composición, al juego en el que se realiza su posibilidad de acontecer, mera posibilidad sin el lector, el auditor, el espectador. El acontecimiento artístico, en la recepción, es también un acto individual a fin de cuentas, aunque haya un público colectivo (cuando se asiste a un concierto o a una representación teatral o se visita una exposición). ¿Cuánto tiene que ver el público, como colectividad, en la recepción de una obra?

Lo público es el espacio de la convivencia con el prójimo. De lo público emana la ley de convivencia. En la modernidad se apostó por la democracia como forma social que permitiría acceder a las formas más razonables y civilizadas de convivencia. Creo que ese impulso afectó también la relación del artista con el público: gran parte de las reflexiones estéticas de la segunda mitad del siglo pasado y de la primera de este estuvieron marcadas temáticamente por tal vínculo. ¿Cuántas palabras debe guardar el poeta para el devenir de la tribu? ¿Para quién se pinta? Conocemos bien, sobre todo en América Latina, el catecismo del compromiso. Y también el refinamiento individualista y decadente del artista a quien sólo le interesa la expresión de su yo, como si este realmente tuviese consistencia por fuera del lenguaje, de la cultura, de la historia. ¿No saltan en astillas estos viejos problemas en nuestros días, los finales del siglo, cuando parece cumplirse la vieja profecía de la muerte del arte, cuando contra el arte y la obra de arte se descarga toda la energía estética contenida en otras esferas de la actividad social: en el diseño de los objetos en la producción, en el ornamento de los cuerpos (el maquillaje, los tatuajes, la moda), en el deporte, en los múltiples matices de lo lúdico y de lo erótico en la vida cotidiana? ¿Qué sentido tiene la obra artística en esta época del nihilismo, en la cual no nos es posible consolarnos con los mitos de la salvación, en la cual tenemos que aceptar nuestra finitud y el carácter finalmente efímero de nuestras obras? Por eso, el artista, como lo hace Barriga en este libro, no tiene más remedio que pensar en este destino del arte, en las dudas sobre su existencia.

Pablo Barriga conjuga en su ser al pintor y al escritor. Como pintor ha conquistado un conocimiento de la sustancia de la pintura, del color, del material y las técnicas precisas para encontrar las formas que expresen el juego entre imaginación y composición. En este libro, buena parte de los textos son reflexiones sobre la pintura abstracta, los artistas conceptuales, sobre Pollok, Picasso, Matisse. Una de las reflexiones más profundas dedica Barriga precisamente a la relación del material y la técnica con la actividad creativa. Como escritor, Barriga lo es más bien de obra parva. Tres libros breves, Barriocito, Cuentos y Tres mujeres lejanas, publicados hace ya muchos años, reúnen su obra de cuentista, aquella que nos hacía suponer en los ya lejanos días del Frente Cultural y de La bufanda del sol que tendríamos entre nosotros a un cuentista que además pintaba. Sin embargo, en Personalmente/Público nos encontramos nuevamente con el cuentista humorístico, que en breves textos irónicos concreta una situación, una fábula y un rasgo del personaje. El texto sobre el encuentro con R., la modelo, es un bello cuento, sin duda.

La otra faceta de Pablo Barriga como escritor es la del microensayista. En este libro, sus reflexiones sobre la pintura, sobre la condición contemporánea del arte y del artista, continúan en forma más breve, condensada casi hasta el aforismo, sus ensayos contenidos en El arte y las palabras. Barriga es de los pocos artistas plásticos de nuestro medio que acompaña a su trabajo como pintor y profesor, la reflexión pública sobre su actividad.  Se dice en nuestro medio cultural que los pintores son silenciosos, que casi no hablan, que concentran su capacidad de expresión en las posibilidades de sus materiales. En verdad, los pintores casi no hablan. Pablo Barriga es y no es una excepción. No ha habido encuentro, casi siempre ocasional a lo largo de tres décadas de amistad, en que Pablo no haya ironizado sobre algún aspecto de la vida social o del arte, sin jamás referirse, eso sí, a artista alguno para zaherirlo. Sí a los políticos, por supuesto. Sobre su obra no dice nada. Sobre la actividad artística, aquí tenemos el resultado de su parquedad. Yo sólo quiero invitarles a disfrutar de la reflexión, de la ironía, de la capacidad fabuladora y del humor que viene en este libro.