Entrevista realizada por Damián de la Torre Ayora. Publicada el 15 de noviembre de 2015 en la revista Artes, del Diario La Hora (Ecuador).
Iván Carvajal camina con una sonrisa mientras la fuerza del Sol lo enceguece levemente. Abre bien sus pupilas y mira fijamente el escudo de mi camiseta. Luego me dirá que igual le gusta el Boca Juniors, pero le molesta que haya salido recientemente campeón de la Copa Argentina “con trampa”.
Entramos a una cafetería para conversar sobre su obra. Tarea nada fácil si se considera que más de tres décadas y un cúmulo de obras (‘Del avatar’, ‘Poemas de un mal tiempo para la lírica’, ‘Parajes’, ‘Los amantes de Sumpa’, ‘En los labios/La celada’, ‘Ópera’, ‘Inventando a Lennon’, ‘La ofrenda del cerezo’ y ‘La casa del furor’) se pondrán sobre la mesa.
Pero las cosas se facilitan gracias a La Caracola Editores, que apostó por la publicación ‘Iván Carvajal. Poesía Reunida (1970-2004)’, una entrega que bien la merece este poeta.
En la mesa, en medio del fuerte olor a café, salta el tema de los viajes. Carvajal recuerda, sobre todo, su paso por México, donde tuvo una estancia prolongada y define a la misma como una época sumamente interesante.
¿Viajar contribuye en la poesía?
Sí, siempre contribuye en el desarrollo de las personas, entre esto en la poesía, ya que uno se enfrenta a la diversidad del mundo. Por ejemplo, en este libro hay parte de mi memoria de Buenos Aires, donde estuve antes de aquella dictadura desastrosa. Está la memoria de una pérdida, el que desaparezca un amigo, quien me recibió en Buenos Aires por entonces. Lo que sucede es que no se retrata las experiencias en sí, pero uno se nutre de los elementos. Así aparecen países como Chile o México, así hay lugares como Washington o el Mediterráneo, así aparecen rincones del Ecuador. Por ejemplo, están mis días por las riberas del Peripa, de cuando era un joven y recorría Santo Domingo de los Colorados y Quevedo, el visitar los campos de cacao y de otros frutos.
¿La poesía es un viaje que permite que las cosas perduren por siempre?
Sí, cuando uno escribe poesía se refiere a lo que lee y ha leído. No nos encerremos en lo que se entiende generalmente por romanticismo, sino en el romanticismo como movimiento cultural y artístico, ese que permite que el ser humano libre se confronte con la naturaleza. Entonces, Ud. ve un juego poderoso del paisaje al que nos confrontamos y vamos transformando. Cuando hablamos de paisajes, hablamos de estas percepciones espacio-temporales donde existimos. También, cuando escribimos hacemos un viaje, conciente o inconciente, a través de la palabra.
¿Puede verse a su poesía reunida como una bitácora?
Tiene un aspecto de bitácora, pero tiene también más aspectos: hay viajes por las relaciones afectivas. Hay que entender que la poesía tiene que ver con la vida, pero no es autobiográfica. En definitiva, la poesía es una combinación de la experiencia vivida por el escritor con lo que lee, con el lenguaje.
Lo que sí queda claro es que esta compilación muestra que Iván Carvajal es mucho más que ‘Los amantes de Sumpa’, que es la obra con que más se lo relaciona…
Por supuesto. Esa es una de las obras con la que mayormente me identifican, es un texto importante, pero mi trabajo no se reduce a eso. Hay amigos y lectores que prefieren a ‘La ofrenda del cerezo’, pero sin duda que ‘Los amantes de Sumpa’ han tenido una mayor difusión. Ahora el público podrá leer mi trabajo y sacará sus conclusiones.
¿En qué momento es oportuno reunir el trabajo poético?
Bueno, primero hay que decir que el libro se queda en 2004, porque no tengo poemas listos para publicar. Tengo unos cuantos esbozos que no sé si los publicaré. El escribir poesía se me ha hecho un tema pendiente. No sé si pueda escribir como lo hice en los otros textos, hay ciclos y el último ciclo se cerró en 2004. De ahí en adelante hay un reto que puede darse. No puedo prometer nada. No tengo una ley, ni personal ni externa, que me obligue a hacerlo. Con respecto a reunir lo hecho hasta ese año, puedo decir que se juntaron dos elementos. Primero, aparecieron determinadas demandas puntuales que querían mis libros y la mayoría ya están agotados. La otra está relacionada con una serie de conversaciones que he tenido con varios amigos, críticos y lectores que me llevaron a meditar sobre el que muestre lo que he venido haciendo. Esto se cerró el año pasado, en España, en la casa del poeta Mario Campaña, quien me motivó a que emprenda esta publicación.
La tarea le tocó al propio poeta, ¿en otros países una institución se habría preocupado por esto?
En otros países esto ya se habría hecho a través de una institución pública, o una universidad se hubiese preocupado, en fin. Se tornó una responsabilidad personal y ahí me encuentro con estos amigos y serios trabajadores de La Caracola Editores y con la maestría en diseño de Carlos Reyes Ignatov. Así salí de esta responsabilidad y con el libro en mano puedo decir: ¡Adiós!
Retomando su papel de docente, ¿podría realizar una breve autoevaluación de su metamorfosis poética desde los 70’ hasta 2004?
Reuniendo los trabajos, existen continuidades y discontinuidades. Podría hablar de al menos dos líneas que están desde el comienzo hacia los años venideros. La una, es un tipo de poema o de texto que se enfrenta a la dimensión histórica, al individuo moderno y al mundo marginal, como el nuestro, donde el recurso histórico está inserto y aparece la incertidumbre. Eso lo veo en algunos versos de ‘Del avatar’ y se puede observar hasta llegar a ‘Inventando a Lennon’. Por otra parte, hay una línea que va por la intimidad y la relación frente ‘al otro’, con la mujer, específicamente, y aparece el erotismo. Esto puede observarse también desde ‘Del avatar’, pasa por ‘Los amantes de Sumpa’ y llega a algunos poemas del último libro. Claro que en esas dos líneas hay ciertas modificaciones.
¿Como cuáles?
Con respecto a la visión histórica, le debo enormemente a los poetas fundamentales ingleses. Su voz es la que voy modificando hasta encontrar la mía, pero nunca se puede dejar de señalar la deuda que se tiene. Así hay ciertos elementos más audaces y experimentales en mi inicio como poeta. En algunos casos, hay una meditación más a fondo. Por ejemplo, en ‘La ofrenda del cerezo’ está lo histórico y lo personal, pero ante todo es una meditación sobre la poesía misma: son poemas que se refieren al poetizar, son poemas que reflexionan sobre la poesía y el arte, sobre la pintura y el cine que también influyen. Si mira con detenimiento, hay mucho de Ingmar Bergman en mis primeros poemas, pero todo eso se va modificando.
¿Qué decir del Iván Carvajal de 2015?
Como lector, sigo siendo un ávido consumidor de poesía. Siempre juego entre la lectura de los poetas contemporáneos y los clásicos. En la casa de Mario Campaña se produjo una cosa muy curiosa. Él salió de viaje y pude aprovechar de la gran biblioteca de su casa. Ahí me puse a releer a los poetas clásicos latinos. Vuelvo al pasado porque la obra siempre está presente, ese es el punto: no es que el poema del pasado está en otro tiempo; el poema está en el presente cuando el lector lo tiene enfrente, pues la lectura es actual y está absolutamente presente. También me planteo la posibilidad de retomar la escritura, pero eso es un gran reto.
¿Por qué?
Porque muchas cosas han cambiado. Yo pertenezco a una generación que está desconcertada por el desarrollo de los medios de comunicación. Yo me pregunto cómo se debería configurar poemas actualmente, esa es una cuestión muy compleja. Pienso que no puedo integrarme, a menos que haya un laboratorio, pero Ecuador no es lugar porque no hay nadie a quien se pueda recurrir para montar un laboratorio de poesía experimental como el que tuvieron los hermanos De Campos en Brasil. Esto, para trabajar nuevas formas de integración de experiencias estéticas para que aparezca una nueva forma de configurar a un poema. Yo soy un escritor que me valgo de la página, así me desplace a la pantalla. Tengo la energía para experimentar, pero eso supone recursos, y nadie los va a dar. Ese es el verdadero gasto, lo otro se llama despilfarro, y en Ecuador, desde siempre, solo ha existido un despilfarro en cemento armado y en hierro. Y este Gobierno, en particular, no tiene ningún sentido de lo que es la dimensión estética: nunca se va a gastar, realmente. Ojalá los jóvenes puedan hacerlo. Uno siempre busca nuevas formas, por ejemplo, ‘Inventando a Lennon’ es un texto que se produce en mí por el impacto del videoclip, de esa sucesión de imágenes que pasan rápidamente, por lo que traté de reproducir de manera visual el movimiento. No sé qué efecto se dé en el lector y sé que es una experiencia que los jóvenes actuales no la perciben.
¿Por qué inventó a Lennon y no a McCartney?
Primero, porque Paul no fue asesinado (risas), es tan simple como eso. Pero bueno, lo que hay que decir es que Lennon y el Che Guevara fueron los íconos de mi generación. Sí, están los Beatles, pero Lennon se torna como el referente. Muchos de nosotros empezamos a ser críticos del castrismo, pero nunca se dejó de ser ‘guevarista’ en un sentido de llevar las cosas al extremo, más allá de que existan reparos. La actitud de Lennon, su lucha contra Vietnam y su postura frente a EE.UU. lo hacían también un artista extremo. Por eso fue un ícono y escribo sobre él. Lo que sí hay que recalcar es que no se trata de una elegía, por momentos hay ese tono, pero también está lo festivo.
“En el sueño te atrapo,/ solo en el sueño.”, son los versos iniciales de su poema ‘Cacería’. ¿El poeta debe ser un cazador?
Sí, siempre estás cazando versos. Se trata de esa búsqueda del imposible. El poeta, definitivamente, siempre sale de cacería.
Como bien señaló antes, la lectura hace que un poema esté en el presente. Tomando estos versos de la serie ‘Del avatar’: “Siempre se estuvo jugando en el gran tablero/ si llega un jugador juega su juego/ cambiando el actor/ la habilidad del actor dicta la regla/ ya que estás/ prueba tu juego.”, ¿se puede traspolar esto al presente y ubicarlo en la actualidad política?
Se refiere a la vida, pues siempre debemos estar jugando (dice Carvajal, luego de que riera por un buen rato). Bueno, esa serie de poemas ‘Del avatar’ y ‘Corolarios’, que conforman el libro ‘Del avatar’, son el resultado de los primeros años de trabajo que pasaron por la crítica demoledora de Ulises Estrella, se puede decir que es una propuesta de a dos manos. Eso siempre le agradeceré a este amigo generoso, que no solo nos enseñó de cine, sino de poesía. He tenido a lo largo de los años una especie de contradicción profunda entre el que no se empaten las realidades con el discurso, por lo menos desde mi perspectiva de izquierda, y por otra parte está esa posición materialista de aceptar las cosas. Estoy en el mundo y hay que jugar, apostar, y eso se basa en cómo siento, en lo que pienso y en lo ético, y muchas veces eso nos involucra en relaciones que no podemos controlar. Lo que me queda claro es que frente al autoritarismo, uno tiene que resistir; frente a la injusticia, no solo queda resistir, sino luchar para bloquearla; a la censura, no se la puede aceptar. Lo que me dice la vida es que solo un poder mezquino y mediocre puede perseguir a las opiniones.