A las revueltas que se sucedieron en los países árabes, sigue ahora el movimiento contestatario y pacífico de España. Si en los países árabes esas revueltas procuraron el derrocamiento de tiranos que durante décadas se habían enriquecido mediante el abuso del poder político y la apropiación de la riqueza social, en España se expresa la indignación frente a un sistema político que se presume democrático, y que durante la crisis económica no ha hecho otra cosa que beneficiar a los grandes intereses financieros que la provocaron.
Hay, por supuesto, diferencias sustanciales entre los regímenes despóticos del mundo árabe y España. Pero en uno y otro caso la multitud ha salido a las plazas y calles a expresar su indignación y a exigir “democracia”. En uno y otro caso ha sido la juventud, como suele suceder en las revueltas, la que se ha tomado el espacio abierto de la plaza, utilizando para ello los nuevos instrumentos de comunicación (celular, iPod, Internet, Facebook, Twitter).
Si nos dejásemos llevar por el punto de vista prevaleciente en los medios de masas, lo que buscarían los jóvenes árabes sería alcanzar una democracia semejante a la europea, mientras los españoles manifiestan su desencanto. Sin embargo, parece existir una compartida cuestión de fondo: un ámbito de expresión y debate de las demandas sociales, y se trate de resolver los asuntos que competen a las colectividades. Es decir, la necesidad de “ciudad”, de “polis”, de “democracia”. De diálogo y debate.
En la Puerta del Sol de Madrid y en otras ciudades se han juntado durante varios días jóvenes -muchos de ellos titulados universitarios– en paro o con trabajo precario, jubilados e inmigrantes arrojados a la miseria, familias que han perdido sus viviendas. No sorprende que un reciente éxito de ventas en las librerías españolas sea un panfleto, ‘¡Indignaos!’, del nonagenario autor francés Stéphane Hessel, prologado por el nonagenario español José Luis Sampedro (Rosa María Artal, El País, 7.5.2011). Abuelos y nietos, víctimas de la crisis del 2008, protestan juntos porque el Estado y los dos grandes partidos políticos, que hoy van a medirse en las elecciones regionales, han actuado para solventar la crisis beneficiando al capital financiero que la provocó, y no a la población.
“Queremos hablar y que nos escuchen”, dice una muchacha. Otros claman por libertad de información y un periodismo de investigación sin trabas. Por un sistema judicial que en realidad procese a los banqueros corruptos causantes de la crisis. En contra de un sistema electoral que concentra la “política” en manos de los dirigentes de los dos grandes partidos.
Como en muchas otras partes del planeta.
¿Pero es posible la “democracia real”? ¿O solo indignarse?
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/indignaos.html