Vicente Molina Foix sostiene en su artículo “Wikinovelas” (El País, 13.1.2011) que la publicación reciente de las filtraciones del Departamento de Estado en varios periódicos se asemeja a las novelas de folletín que aparecían por entregas. Esta sugestiva tesis me ha hecho pensar que, al menos en nuestro medio, el folletín se agota en unos días, y así las historias quedan truncas, no sé si por fatiga de los periodistas o por desidia del lector.
Es lo que ha pasado con el folletín que comenzó a narrarse sobre los diarios de Raúl Reyes. De pronto encarcelan a Julio César Vizuete, que dice haber sido el escribano del jefe de las FARC, acribillado supuestamente en el campamento de Angostura, y por unos días nos cuentan que hay unos cuadernos que podrían ser los diarios de Reyes.
Cuando leí la noticia no pude menos que recordar otra historia de Julio (a quien no he visto desde hace más de una década). 1969: Velasco Ibarra da un discurso en la Academia de Guerra de la FAE en la que condena a Marcuse, “el filósofo del caos”, y a la revolución de 1968. Días más tarde, el dirigente de los estudiantes de derecho, pide una cita a Velasco Ibarra y le propone invitar a Marcuse y a los líderes estudiantiles Cohn-Bendit y Dutschke. Imagine Ud. la escena: Velasco Ibarra se habrá puesto furioso por la osadía del jovenzuelo. ¿Se atrevía a tomarle el pelo? J.C.V. solicita al Presidente que le preste un teléfono, pues debe comunicarse con Marcuse. Velasco, sorprendido, replica: “Llame, señor, llame a Marcuse”. El joven llama, habla en inglés con la secretaria deMarcuse y comunica al Presidente que el profesor de Berkeley ha viajado a Columbia, pero ha dejado un mensaje: será un gran honor visitar a ese ilustre mandatario sudamericano, sin duda un filósofo en el sentido cabal y discutir sobre la emancipación humana.
Imagine Ud. el desconcierto del Presidente’ Instruye a su secretario para que colabore con ese joven brillante que ha tenido semejante idea y ordena que le den un anticipo para que comience a organizar la visita de esos personajes mundiales. Todo concluyó en un atentado (¿autoatentado?) que sufre JCV semanas más tarde. Nueva visita al Presidente: “Señor, si han intentado matarme a mí, ¡imagínese lo que puede suceder si asesinan a Marcuse!”.
No fue esa la única ocasión en que Julio demostró su inventiva. También enredó al almirante Poveda (jefe de la Junta Militar 1977-1979), para salvar a unos estudiantes de Sociología que habían cuestionado la política petrolera del régimen.
No sabemos si Julio se inventó unos diarios apócrifos y los atribuyó a Reyes. No sabemos si burló los anillos de seguridad de Reyes y si este le dictó los diarios. ¿Qué pasó, amigos periodistas? Nos deben el fin de este cuento.
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