Una ciudad no es solo un trazado de calles, una suma de edificios y plazas. Es el espacio donde se realiza la vida social, donde tienen lugar diversos y complejos intercambios materiales y simbólicos entre personas. Es un entretejido de lugares que adquieren valores simbólicos, que portan consigo la historia de la ciudad.
La ideología de quienes hoy ejercen el poder combina tecnocracia y autoritarismo en las decisiones que tienen que ver con la sociedad. Así, se toman decisiones sobre el destino de las ciudades que no surgen del consentimiento de los ciudadanos. Se tiende a suprimir el “ágora”, el espacio para la opinión pública “libre”, y a reemplazarlo cuando más con la democracia plebiscitaria controlada por el clientelismo demagógico.
Los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de decidir en el contexto de un debate democrático sobre el futuro de nuestras ciudades. Si no, ¿de qué ciudadanía se podría hablar?
Parece que han decidido entre el Presidente, el Alcalde de Quito y sus tecnócratas cambiar a Quito. Que el Palacio de Gobierno se traslade al sur, al ex cuartel Eplicachima, donde seguramente construirán un búnker… Que se edificarán “plataformas ministeriales”… ¿Acaso estos no son asuntos de decisión democrática?
Es cierto que el centro del poder político no está en ninguna parte; menos aún en sociedades que integran nuevas tecnologías electrónicas de información, comunicación, administración y control. Pero hay lugares cargados de significación: Carondelet, por ejemplo. ¿Por qué tiene que salir de ahí la Presidencia?
¿Acaso aterran sus fantasmas también a sus actuales inquilinos? ¿Acaso les molestan las marchas indígenas desde El Ejido? Carondelet es símbolo de las luchas de los quiteños por la libertad, por la democracia, las marchas que culminaron en el derrocamiento de gobernantes indignos. Es también lugar que recuerda a los quiteños el tiranicidio de García Moreno, el arrastre de Alfaro y sus coroneles, el absurdo de conflictos armados entre civiles.
Las rebeliones en el ámbito árabe muestran al mundo que ningún búnker es lugar seguro. El búnker se torna símbolo de dictaduras que terminan en guerras civiles y represión. No permitamos en Quito un búnker.
¿Qué hacer con el Eplicachima? ¿Por qué no, un complejo de viviendas ecológicas, rodeadas de jardines, polo de innovación de las viviendas en el sur?
Para la necesaria renovación de Quito se requiere planificar su futuro con imaginación. Se requiere un amplio consenso ciudadano.
Habrá que señalar espacios de interés colectivo, sin duda habrá que demoler algunas manzanas, habrá que construir plazas, parques, avenidas, edificios con una arquitectura del siglo XXI, pero con “espíritu” quiteño.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/defensa-quito.html