San Jorge encarna al héroe vencedor del dragón, monstruo que es río, serpiente, fuego, ante quien la comunidad debe sacrificar a sus doncellas. El dragón expresa el poder incontrolable de la naturaleza y san Jorge la cultura que lo domina o atenúa. De la sangre del dragón abatido brota la rosa, símbolo del amor, la vida, el poema.
En la fiesta catalana moderna perduró el mito. La rosa y el libro constituyeron la ofrenda debida entre amantes o amigos. El engarce entre amor y muerte constitutivos del mito retornaba en el poema. Sangre y huesos, venas y medulas “serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado”, ya decía Quevedo.
El azar unió en la muerte a tres grandes figuras del pensamiento y la poesía, Shakespeare, Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega, muertos los tres en la misma fecha, 23 de abril de 1616 (aunque no en el mismo día).
En 1995 y gracias a la Unesco, el Día de San Jorge se trasmutó en Día del Libro. Con las celebraciones burocráticas, el trasfondo poético corre el riesgo de perderse, aunque puede motivar reflexiones sobre la suerte del libro, más todavía en la época de las tecnologías electrónicas. Yo prefiero errar por las vías del mito.
Creo con Harold Bloom que Shakespeare supera a la mismísima Naturaleza, pues él ‘inventó’ las figuras humanas de nuestra época. ¿Quién no es, después de todo, un personaje shakespeareano, aunque lo ignore.
La novela insuperable, El Quijote, es la concreción de un humanismo que sustenta la consecuencia ética, la libertad, la amistad y la apertura a lo diverso en gozosas aventuras. Ese humanismo se vincula con la filosofía moral de pensadores que anteceden a Cervantes, entre ellos Erasmo, Montaigne y León Hebreo.
Es posible que Cervantes haya leído los Diálogos de amor del pensador sefardí en la traducción de Garcilaso, mestizo cusqueño, hijo de español y mujer inca, autoexiliado en España, quien llega al platonismo gracias al autor sefardí.
El Nuevo Mundo no es solo un continente para la exacción económica, el pillaje y el genocidio, sino el acontecimiento que transfigura a América y Europa. Es el encuentro y la confrontación entre culturas y la historia que tiene su memoria privilegiada en nuestra lengua.
La singladura de Cervantes y el Inca Garcilaso es el símbolo de ese acontecimiento. Cervantes simboliza la plenitud de nuestra lengua, y Garcilaso su apropiación para convertirla en la lengua hispanoamericana, hispano-andina. Nuestra lengua. Desde la tumba que comparten Shakespeare, Cervantes y el Inca Garcilaso seguirán brotando para nosotros las rosas de su poesía y su pensamiento. Y en torno, las figuras danzantes de San Jorge y el Dragón continuarán el juego incesante entre cultura y naturaleza.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/dragon-y-rosa.html