Todo estaba en calma. Los tiranos controlaban a sus pueblos que parecían haberse acostumbrado a la servidumbre. Hacían negocios con las democracias occidentales, depositaban jugosas ganancias en cuentas personales de bancos suizos e ingleses, en paraísos fiscales. Preparaban a sus hijos para que asuman el poder, nuevos reyezuelos de Túnez, Egipto, Libia, Yemen.
Hace tiempo había pasado la ola de revoluciones nacionalistas contra los imperios europeos y el imperialismo yanqui. La sombra tutelar de Nasser ya se había disipado. Mubarak era un estupendo aliado de Occidente. Gadafi, de terrorista, de jefe de un Estado canalla bombardeado por Reagan en 1986, pasó a ser un aliado al que se besaba la mano, como lo hiciera el corrupto Berlusconi. A cambio de millonarias indemnizaciones le perdonaron el atentado de Lockerbie contra el avión de Pan Am en 1988. A cambio de su petróleo cerraron los ojos para no mirar las persecuciones y asesinatos a sus opositores.
Para Occidente, el Islam, el desconocido Islam, ha sido un fantasma aterrador. ¡Qué mejor que Mubarak y Gadafi se encarguen de controlar y reprimir a los musulmanes radicales, a esas mujeres que se cubren el rostro!
Todo parecía en calma. De pronto el espectro de la rebelión cobró cuerpo en el desierto y como un gigantesco sacudón de la tierra se extendió por el Magreb y la península Arábiga. La rebelión de pueblos adormecidos, de jóvenes, habla al mundo . Esos Días de la Ira confrontan a los poderosos de la tierra, ponen en cuestión por igual a la democracia real y a la dictadura. A la “realpolitik”.
Cayó Ben Alí. Cayó Mubarak. Occidente tras bastidores actúa con el Ejército egipcio para “encauzar” la rebelión. ¿Pero qué hacer con Gadafi, con el asesino que manda a bombardear a la población, con el demente que acusa de perros y ratas a su pueblo, y a los rebeldes, de estar drogados por la OTAN y Bin Laden al mismo tiempo?
¿Qué hacer con los árabes? ¿Cerrar las fronteras de Europa, no dar paso a los refugiados? ¿Y ahora? ¿Intervendrán Libia, impondrán sanciones mientras tiemblan por el precio del petróleo?
La hipocresía de las “democracias avanzadas” que han sido cómplices de las dictaduras del mundo árabe ha sido develada por periodistas como el español Lluís Bassets y el inglés Robert Fisk. Juan Goytisolo se ha encargado de decirnos quién es Gadafi, el “Líder Máximo”.
De otro lado está el cinismo de Putin. Del senil Castro, de Chávez, del corrupto Ortega, de los tibios que se niegan a condenar a Gadafi mientras asesina a su pueblo: les “falta información”. La doble moral de aquellos que condenan a los Pinochet y se callan frente a los Gadafi. Sin más poder que la palabra marginal, desde los Andes yo celebro estos Días de la Ira.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/dias-ira.html