¿Cuál democracia?

En la mañana del 30/9 se analizaba el pensamiento político de Bolívar Echeverría, dentro del homenaje que brindó la UNAM a su memoria. Distingue el filósofo entre mito e idea de la democracia, entre sus formas realmente existentes en la modernidad, y la posibilidad de una sociedad de hombres y mujeres libres, no sujeta a la enajenación capitalista.

En correlación con esos modos de imaginar o pensar la democracia, diferencia la política de lo político. Caracteriza a lo humano la posibilidad de configurar distintas formas sociales: esta es la dimensión de lo político. De ahí que se pueda pensar una democracia cuya condición sea la comunidad abierta de seres libres.

El mito de democracia, que adquiere su relato estructurado con el liberalismo, propone derechos del hombre y del ciudadano, Estado republicano, división de poderes (Ejecutivo, Legislativo, Judicial). Su verdad es la política.

Pertenecen a la política los vaivenes entre concentración y reparto del poder, negociación e imposición autoritaria, respeto a la norma y arbitrariedad, representación y jerarquía vertical. El objeto de la política no es el “bien común” sino la detentación del poder, la capacidad de decisión sobre el conjunto social.

El poderoso procura “perseverar en su ser”, para lo que concentra más poder. En su torno, los secuaces que pugnan por estar cerca del líder máximo tejen sus intrigas. Los que se oponen, conspiran para captar el poder. Con mayor o menor irracionalidad y violencia, esta es la historia de la política. Aún así, cabe preguntarse ¿por qué hay estabilidad “democrática” en ciertos Estados como (EE.UU., Inglaterra), y en otros no la hay? ¿Por qué son tan frágiles las “democracias” en América Latina?

La historia política del Ecuador aparece como sucesión de golpes de Estado, asonadas, conspiraciones, constituyentes que siguen a dictaduras y golpes. Hay en los “revolucionarios” cierta tradición jacobina y conspirativa por la que creen que solo con dictadura o autoritarismo se impulsan cambios sociales; que los conflictos se deben solo a la conspiración.

En Montecristi se recogieron de modo anárquico derechos reivindicados por diversos grupos sociales, pero se instauró un régimen político de enorme concentración del poder en el Ejecutivo. La Constitución debilita al parlamento (Asamblea ), otorga al Presidente excesivo poder de decisión legislativa a través del veto y la muerte cruzada, reduce la representación y la suplanta con la “democracia plebiscitaria”. El resultado es el ejercicio autoritario del poder, la desmesura del gobernante hasta la irresponsabilidad, y la oposición conspirativa.

Que el rasgarse las vestiduras en duelo por la “democracia” no nos impida ver la raíz autoritaria que se configuró en Montecristi.


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