Con Iván Carvajal: mientras vigila el barómetro…

(Entrevista realizada por Francisco Febres Cordero).

Dos libros de poemas de Ivan Carvajal han sido publicados: “Poemas de un mal tiempo para la lirica” y “Del Avatar”.

E Ivan Carvajal dice: “Comencé a escribir poesía (quizás sería mejor decir que empece a borronear versos) hacia los quince años, lo cual parece ser harto común. Llenaba entonces los cuadernos de literatura no con los contenidos que correspondían a la materia sino con poemas y textos que me atraían y que me incitaban a escribir; yo procuraba imitar esos textos.

Evidentemente, despues todos esos poemas juveniles fueron al tacho de basura, porque se trataba de una escritura muy elemental. Por en­tonces publiqué un poema en “Últimas Noticias” de Quito , y luego otro en una revista estudiantil; los he perdido y no recuerdo siquiera las fechas de su publicación… Luego, desde 1964 hasta 1970, escribí varias cosas, muchos poemas, cuentos e inclusive intente escribir teatro: una obra sobre García Moreno que, obviamente, era poco teatral. Esa fue una etapa de trabajo diario, sostenido, de una labor básicamente formativa. En el primer numero de la revista “Procontra” publiqué dos poemas que no he recogido en mis libros; en cierto modo, testimonian lo que hacía por esa época”.

SI OÍ MI NOMBRE FUE EN ANTIGUA CABALA

“Intenté estudiar economía; a mí me atraía la economía política, pero me arrojó de esa carrera la contabilidad. Luego he estudiado filosofía. Creo que fue oportuno mi abandono de la carrera de economía: ello sucedió en 1967, y como consecuencia de la especie de “desocupación” a la que me vi sometido, aparte de leer a Kafka y a Joyce durante meses, empecé a preocuparme por el cine. Entonces, en el Cine Club Universitario conocí a Ulises Estrella y mi encuentro con él fue decisivo. Ulises me invitó luego a integrarme al Frente Cultural, formado en 1968 . AlIí, a más de conocer a artistas como Hugo Cifuentes, con quien mantuve en esos años largas conversaciones sobre estética y sobre historia del arte, me relacioné con el grupo Tzántzico. En esa época el grupo salía de su celebre actitud iconoclasta y procuraba combinar un espíritu irónico, y aún sardónico, con el “realismo social”, en un intento de vincular la producción literaria al movimiento de los trabajadores y de la juventud. Esa experiencia fue muy importante para mí; debo confesar que al integrarme al tzantzismo escondí todo lo que había escrito hasta ese momento y empecé una fase que resultó muy dura, pues trataba de escribir poemas con contenido “social”, en que el texto fuera directamente politico, y obviamente no lograba escribir sino textos circunstanciales, poco significativos, poco expresivos, un tanto fabricados por encargo. Por otra parte, la actividad cultural amplia del Frente me puso en contacto con la realidad dura, a veces amarga, descorazonadora, pero a veces tambien esperanzadora, de nuestro pueblo. En esa época, a tono con la preocupación política, hablábamos mucho de cultura popular, de cultura nacional, aunque nos servíamos para ello de conceptos muy ambiguos, poco desarrollados. Sin embargo, creo que el Frente tuvo una importancia aún no evaluada: abrió caminos hacia la producción literaria, hacia una conciencia crítica, fomentó la preocupación por la teoría y, sinceramente, pienso que buena parte de los intelectuales jóvenes – y algunos no tan jóvenes- que tienen participación activa en el movimiento cultural actual, de una u otra manera son resultado de esa intervención del Frente Cultural, sobre todo en el período final de la década de los sesenta y en el inicio de los años setenta”.

CAVANDO FOSAS NUEVAS PARA CADÁVERES LEJANOS

“Del trabajo del grupo Tzántzico es necesario rescatar el sentido autocrítico que alIí primaba. Realizábamos largas sesiones de trabajo y discutíamos nuestra producción colectivamente. Los primeros poemas que llevé al grupo, muchas veces equivocadamente por el excesivo “realismo social” que se trataba de imprimir, y que nos vedaba incluso temas, eran destruidos casi por completo. Pero con ello aprendi que un poema debe escribirse con prolijidad, suprimiendo lo accesorio, lo meramente ornamental, evitando las redundancias que no desarrollan contenidos; aprendí que hay que utilizar las palabras de manera económica para que sean ampliamente expresivas. Por otra parte, con los poetas del grupo (Rafael Larrea, Raúl Arias, Humberto Vinueza, Ulises Estrella) tratábamos de acercarnos a las grandes obras de la poesía del siglo XX. Mayakowsky, Brecht, Vallejo y, en menor medida, García Lorca, Hernández, Nicolás Guillén y Cardenal eran nuestros grandes modelos. Teníamos especial preocupación por Vallejo, no así por Neruda, a quien casi no leíamos, y esto obedecía a algo que visto a la distancia es incomprensible: la confrontación que de tiempo atrás mantenía el tzantzismo en el grupo Caminos, a cuyos integrantes se consideraba epígonos de Neruda, nos llevaba a ignorar al gran poeta chileno. Pero, por otra parte, la necesidad de comprender la poesía de nuestro tiempo nos llevo a leer a Eliot, a Pound, a Rilke, a Valery, a Huidobro, a los surrealistas… aunque desde una perspectiva crítica no siempre certera por estar marcada por una comprensión excesivamente sociologista de los fenómenos literarios”.

DEJADOS EN LOS PUENTES SIN DEFENSA

“El tzantzismo había sido un movimiento renovador en su época de iconoclastia; en esa época de sus recitales impugnadores de la “cultura oficial” y de la poesía de juegos florales: desbrozó así el camino hacia nuevas búsquedas poéticas. Pero en cierto modo comenzó a morir cuando intentó crear una corriente de “realismo social”. El recital, significativamente, fue decayendo en lectura de textos de agitación política, que eran los que impactaban en el público, mientras el poema era cada vez mas marginal dentro del espectáculo. Estaba bien la expresión del compromiso con los acontecimientos circunstanciales de las luchas sindicales, de la oposición a la intervención norteamericana en Vietnam, etc.; pero cada vez había menos comunicación poética con el publico. Ello nos llevó a pensar con mayor profundidad sobre el hecho poético. La relación del poeta con el público no puede descansar, en tanto hecho poético, en aspectos exteriores al poema, o al cuento, o a la novela. Esta situación, notable hacia 1970, fue paralela a la ruptura del Frente Cultural: los que quedamos en él continuamos nuestro trabajo y nuestra reflexion en “La Bufanda del Sol”. Creo que esta revista expresó, durante su existencia, esa preocupación por tomar en serio la literatura, la poesía; hay intento por pensar lo que es la producción literaria, la cultura. Más que resultados, más que un pensamiento estético desarrollado, allí se pusieron indicios, señales; allí se prefiguraron lineas que pueden convertirse en obras de madurez. La revista murió ante la imposibilidad de luchar contra un aparato administrativo universitario que cerró toda colaboración al trabajo cultural. Creo también que era hora de que cada integrante del grupo buscara por sí mismo la vía de su maduración”.

RIENTES MUJERES ESCOLTARON EL VALSEO

“Pienso que el poeta debe asumir unos cuantos principios contenidos en una visión del mundo. Toda obra de arte expresa un contenido relacionado con un particular momento de la historia de un pueblo, de una cultura. EI poeta, por ello, necesita configurar una vision del mundo: interpretación, crítica, a la vez que expresión de su época, de su mundo. Y esa “vision del mundo” se manifiesta tanto en un poema épico, o una novela, como en el poema mas lírico… Por ello, la formación del poeta no radica solamente en el aprendizaje de las técnicas de Ia escritura poética y en el descubrimiento de procedimientos, sino en la formación de un pensamiento. Aprender a escribir supone ese doble desarrollo: dominio de recursos expresivos y formacion de un pensar, digamos, sobre el destino humano”.

EL ENTIERRO

“EI pensamiento, la vision del mundo, se expresa poéticamente a través de una simbología, cuyo uso personal por parte del poeta (pues hasta se podría hablar de una simbología propia de cada poeta) guarda sin embargo una relación de continuidad y transformación del conjunto de los símbolos creados en el desarrollo histórico, que se mantienen en Ia cultura. Es cierto que el poeta debe ser un renovador permanente, es cierto que interviene de manera irruptora frente a su mundo, frente a las formas dadas para la realizacion de la existencia social de los individuos. Pero en su trabajo no crea desde la nada, no es un dios; se asemeja más a un paciente demonio que, a partir del juego con las palabras, con los códigos de la lengua, interviene para poner en movimiento los códigos de Ia cultura, de las ideologías, para irrumpir contra las normas que rigen y a menudo empobrecen Ia vida cotidiana; en ella descansa la responsabilidad moral y política del poeta, su función radicalmente renovadora. En nuestro caso, debemos aceptar que estamos integrados a la cultura de Occidente desde la Conquista; debemos aceptar que fundamentalmente somos herederos, casi a la manera del hijo bastardo, de esa cultura en crisis; pero también que en nuestro ser llevamos los restos de Ia cultura precolombina. Esto, unido al influjo de otras grandes culturas de nuestros pueblos, nos constituye de manera singular. En ello, y como latinoamericanos, quizás descanse una gran posibilidad de universalidad, sobre todo si pensamos que vivimos una época de grandes transformaciones históricas, en la cual toda una configuración historico-social surgida en Europa, en Occidente, y luego extendida por el mundo, está en crisis; me refiero al capitalismo”.

EN UNA NOCHE

“Entiendo que el poema es un objeto, un texto que tiene que ser configurado, construido. En su construcción entran en juego no solamente los elementos del contenido, sino también los de expresión. Es decir, no solamente la referencia a algo externo al poema (una emoción, una situación, un asunto, un concepto, una idea), sino también los elementos expresivos (recursos fonéticos, rítmicos, metafóricos)… En el poema hay una relacion sensible, emotiva, con la realidad; hay una relación cognoscitiva y siempre hay una tensión de contenidos ideológicos. Pero la eficacia del poema, que permite esa complejidad, depende de su construcción en el plano expresivo, que es la que abre la posibilidad polisémica, la riqueza de sentido que caracteriza a un buen poema. En cierto modo, podríamos decir con Jean Cohen, que la “desviación” respecto al código de la lengua (por ejemplo, de las normas del castellano cuando se recurre a la rima, al metro, a la aliteración, a la anteposición del epíteto al sustantivo o a la relativa arbitrariedad con que se asignan epítetos a los nombres) produce un efecto metafórico general del poema. La lectura del poema es la lectura de una metáfora; leer es establecer un segundo nivel de significación, mas allá del denotado por las palabras. En el poema el sentido de las palabras estalla, se abre como una especie de abanico, pleno de sugerencias. Todo poeta sabe que las palabras dicen a la vez más y menos de lo que estaba en su intención. Por ello, la lectura es re-produccion. Así, la riqueza del contenido no radica tanto en las ideas del autor, porque de otra manera no entende­ríamos cómo hombres de grandes ideas no escriben buena poesía, sino en cómo se dice, en la configuración de la expresión que hace que el poema, sobre la base de la metáfora, exprese, en tanto “imagen”, en tanto “concepto poético”, una riqueza de contenido”.

MÁS DE UNA VEZ REVOLVIERON LAS TERMÓPILAS

“A los poetas, a los críticos, a los sicólogos de la literatura preocupa desde hace rato saber por qué se profundiza la separación entre el poeta y el público. No creo que sea adecuado preguntarse por la utilidad o inutilidad de la poesía: el poema está destinado al goce estético, a la transmisión de emociones, y también a expresar un momento de la vida de un pueblo, de una cultura, y a intervenir críticamente sobre las formas de vida dadas. Pero la separación entre el producto y el público es un fenómeno contemporáneo acuciante. Hay algunas circunstancias exteriores al fenómeno poético en sí, que habría que tomar en cuenta: la poesía circula en libros y los libros son de difícil acceso a pueblos como los nuestros, separados de la educación y de la propia alfabetización; los libros no tienen amplia difusión, son objetos extraños para grandes masas que apenas tienen lo necesario para sobrevivir. Luego están los problemas educativos: pocos maestros están en condiciones de acercar a los jóvenes hacia la literatura, la mayor parte se pierden en farragosos anecdotarios sobre personajes extraños, lo que es correlativo a la idea elemental del poeta como “ser raro’” en vez de enseñar a leer. La lectura de poemas, de cuentos, de novelas, supone el aprendizaje de una lectura “segunda”, por así decirlo; igual sucede con la ciencia. Hay, por otra parte, una carencia de critica, esto es, de una lectura “pública” del poema, que muestre cómo los recursos expresivos determinan posibilidades significativas. Ademas, hay que tomar en cuenta que los aparatos culturales estan muy divorciados del pueblo, sus actividades son marginales, elitistas y cuando se trata de lograr alguna amplitud, sus eventos son generalmente grandilocuentes, sobrecargados, inefectivos. Sin embargo, George Mounin, hace algunos años, señaló un problema más profundo; en un contexto cultural en que se desarrollan los medios audiovisuales, no se ha encontrado la manera de establecer un contacto oral efectivo entre el poema y el publico. La dificultad estriba en la pronunciación: el declamador tiende a dramatizar el poema; el poeta es, por otra parte, mal lector de su poesía. Recursos mas bien nemotecnicos, como la rima y el metro, que han pasado a un segundo plano en la escritura poética contemporánea, ayudaban en el pasado en alguna medida a sortear las dificultades; pero en la actualidad habría una carencia de una forma de pronunciación que fuera portadora del sentido del poema. A mí no se ocurre como se podría llevar, por ejemplo, la lectura de poemas a la pantalla de televisión, y pensemos el tiempo que en la actualidad destina la gente a ver televisión… Pero es una dificultad social e histórica que algún momento podrá superarse; por ahora, los poetas tendrán que contentarse con saber que escriben para una minoría. Sin embargo, creo que haría mucho bien a la poesía en su relación con el público, aún sabiendo que este seguirá siendo minoritario, el incremento de la critica, de la discusión abierta, la formación de talleres, pero para ello tendrían que modificarse los aparatos culturales, educativos, los propios medios de comunicación, a fin de dar cabida a iniciativas de este tipo”.

FUGÁZ EN EL TIEMPO GASTADO EN LAS ESCARAMUZAS

“Creo que en la lírica vivimos en una especie de revolución permanente, desde Lautremont, Rimbaud y Mallarme. Se han renovado constantemente los procedimientos, se ha llegado a extremismos en las búsquedas expresivas, se han sucedido los movimientos en forma vertiginosa, se han entrecruzado las tendencias. Aparte de ello, a través del conocimiento de lenguas y traducciones, tenemos acceso a obras poéticas de culturas incluso bastante ajenas a la nuestra: leemos a Li-Po, los haikais japoneses, poemas africanos… Aparte de ello, las propias condiciones del mundo contemporaneo, la crisis de Occidente, la posibilidad de la guerra termonuclear, la organización para la guerra, la violencia de los Estados contra los pueblos, la pobreza enfrentada a las grandes concentraciones de riqueza y de recursos tecnológicos; la rutina de la vida cotidiana, convertida en rutina vacía, destructiva de las posibilidades del ser humano; la destrucción del medio ambiente, pero también la posibilidad concreta de transformar este mundo, son grandes problemas humanos que deben ser afrontados por el escritor. Ello hace particularmente compleja la labor del poeta en la actualidad… Por otra parte, a veces se dice que hay una especie de estancamiento en la lírica. Quizás ello suceda pero solo en cierta medida, en casos como el de la poesía norteamericana, en la que se suele señalar que después de la Segunda Guerra Mundial, después de Eliot, Pound, Cummings, William Carlos Williams, no se habría producido otro movimiento del de las dimensiones del desarrollado entre las dos guerras; o en el caso francés, después de los surrealistas, después de Eluard, Breton, Chair, después de Saint-John Perse. Pero en el caso de la lengua castellana se ha escrito gran poesía en estos años, ha habido grandes poetas: Neruda, Octavio Paz, Vicente Alexaindre, Alberti, Jorge Guillen, Leon Felipe…”

Y  NO HAY OTRA REALIDAD DEL TIEMPO QUE NO SEA EL INSTANTE

“En el Ecuador, hemos tenido buenos poetas a lo largo de este siglo: Medardo Angel Silva, cuya temprana muerte frustró al que pudo haber sido un poeta mayor; y luego Gangotena, Carrera Andrade, Escudero, Dávila Andrade, Adoum, Salazar Tamariz, Jara Idrovo, por citar los mas destacados. Ha habido una conti­nuidad y creo que el momento actual tiene su riqueza; por una parte, las obras maduras de poetas como Adoum, Jara Idrovo, Carlos Eduardo Jaramillo, la poesía de Nieto, de Cazón, de Preciado, de Estrella, de Vinueza; de otro lado, la emergencia de poetas jóvenes, muchos de los cuales mantienen inéditas obras significativas, como Javier Ponce y Vintimilla, o poetas muy jóvenes, muy trabajadores, muy sensibles como los guayaquileños Balseca, Itúrburu y Martillo, para citar algunos nombres. Ahora, sucede que hay etapas en que un género predomina y otro es relativamente postergado: no porque haya di­ferencia de grado en cuanto a calidad (se ha hablado más de nuestra narrativa joven) sino por­ que el gusto tiende más hacia la narrativa que hacia la lírica. Inclusive, narradores y poetas hemos trabajado juntos. Yo mismo, con quien mantengo la mas estrecha relacion literaria es con un narrador, Abdón Ubidia, con quien por doce años mantenemos una permanente reflexion sobre la literatura y sobre lo que hacemos. Pienso que estamos cercanos a un gran momento de nuestra lírica, que expresará sin duda ese movimiento de más de medio siglo de “modernidad”, en que ahora se imbrica la producción de poetas nacidos hace medio siglo con la de aquellos que emergen casi adolescentes.”

ENTRE DADIVOSAS DIOSECILLAS DE PUERTO

“Después de lo que he dicho, por el título “Poemas de un mal tiempo para Iá lírica”… Bueno, hay dos cosas. El título tenía primeramente una connotación personal poco significativa para la obra ya publicada e independizada del autor: el 78 Y el 79 fueron años difíciles para mi trabajo en poesía; yo sentía la responsabilidad política y moral de intervenir vivamente en el proceso político de esos meses, tanto por mi formación ideológica marxista, cuanto por la indignación que me producían acontecimientos como la masacre de Aztra. Por otra parte, estaba muy preocupado por acabar mis estudios de filosofía y por la preparación de las clases que debia dictar en la Universidad . No tenía mucho tiempo para escribir y ello me angustiaba profundamente. No es fácil encontrar solidaridad en tales circunstancias y se deben sortear esos tiempos difíciles casi solitariamente… Pero el título del libro tiene un sentido más amplio, aclarado por Osvaldo Encalada: está tomado de un poema de Brecht contra Hitler, pero expresa una actitud crítica de la mayor parte de los poetas frente a la situación contemporánea. No la ficción, sino la realidad, produce el “hombre hueco” que decía Eliot, el hombre taciturno, que lleva “el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza”, de Machado. Las circunstancias desgarradoras, violentas, aniquilantes, en que se produce la vida cotidiana del mundo contemporáneo, fundamentalmente del mundo capitalista, con las que se constituyen en “malos tiempos para la lírica”, porque son malos tiempos para el ser humano.”

ABANDONADO A SUS MUSITACIONES

“Considero que en el presente uno de los riesgos más graves para cualquier artista es su insti­tucionalización, su pérdida de criticidad, su incorporación a los engranajes de la máquina del poder. Es cierto que no podemos sustraemos individualmente a las determinaciones de la economía mercantil, es decir, al mercado editorial, al mercado teatral, a la galería; tampoco podemos mantenernos completamente ajenos a las instituciones del Estado, todo el aparato cultural, las universidades, etc. Pero por la responsabilidad política y moral del artista, este tiene que saber moverse en esa institucionalidad distanciándose de ella; estableciendo el necesario distanciamiento crítico respecto de la ideología que circula en esa institucionalidad, que es la ideología del poder, de la enajenación capitalista. Mecanismos diversos, como los premios, como la gratificación con cierto tipo de fama fácil, como la pues­ ta en circulación del escritor de éxito en cuanto evento oficial de la cultura ocurre, para barnizar con un tinte democrático lo que en sí está marcado con la exclusion, tienden a convertir poco apoco al artista en burócrata de los aparatos culturales. Con ellos mueren el pensamiento y la pasión. La obra de arte está destinada a destruir la rutina alienante de la vida cotidiana; y esa es una responsabilidad muy alta que tiene el artista y que debe ponerlo en guardia frente a los mecanismos institucionales del poder, que tratarán de convertirIo cuando más en un ser con prestigio, pero anodino.”

Y ahí queda Iván Carvajal. Y queda su lucha. Por mejores tiempos…

1O-V-81


Nota: Los versos citados corresponden al poe­ma “Si oí mi nombre”, del libro “Del avatar”.


Retratos con jalalengua. (Entrevistas).
(1983)

Con Iván Carvajal: mientras vigila el barómetro…“. (Págs 128-142)

Francisco Febres Cordero.

Editorial El Conejo. Quito, Ecuador.

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