¿Austeridad?

A lo largo de los últimos meses se ha repetido en los mass-media un argumento sobre una supuesta causa de la crisis europea: el dispendio en que habrían incurrido las poblaciones de algunos países, que apenas iniciada su modernización habrían sucumbido a una especie de delirio de nuevos ricos.

Confieso que no alcanzo a comprender de qué exorbitados gastos se acusa a los trabajadores y las capas medias de los PIIGS, como se llama en la jerga de tecnócratas y medios a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España (Spain).

No soy economista ni, menos aún, político (si por tal se entiende el profesional que se interesa en el poder del Estado para gobernar o para acumular más poder, puesto que, en otro sentido, todo ciudadano es “político” por su propia condición de tal). Por ello mismo, nunca he comprendido por qué quien recibe un ingreso de apenas 2,40 o 3 dólares por día deja de ser pobre. No lo entiendo en absoluto. ¿Pobres son entonces solo los indigentes? ¿Se es rico si se tiene una vivienda medianamente cómoda, o si se puede beber un vaso de vino en España o una cerveza en Ecuador?

¿Cómo fijar los límites de la ‘austeridad’ en nuestra época? Un maestro de escuela socialista me explicaba hace medio siglo lo que él consideraba como umbral de una vida digna: contar con buena alimentación, vestido adecuado, buen sistema escolar, vivienda con los servicios básicos, sistema de salud, libros, cine, museos, música, viajes, momentos para el ocio creativo. Me hacía ver, contra la insistencia en una especie de voto franciscano de pobreza que tenían algunos izquierdistas de la época, que el comer y beber bien era un derecho básico de toda persona. Alcanzar ese umbral era “lo mínimo a lo que podía aspirar un socialista”. Se habría escandalizado del límite de 2,40 o 3 de los tecnócratas. Y se habría alegrado porque los trabajadores en el Estado social europeo, sin ser socialismo, al menos habían alcanzado ese mínimo.

¿Acaso los trabajadores y capas medias de las PIIGS, que se toman un vaso de vino en la comida, que adquieren un ‘pisito’ o que viajan en el verano a conocer algún otro país de la UE son causantes de la crisis? Me parece fuera de lugar semejante acusación. Encubre a los verdaderos responsables: banqueros que realizaron turbios negocios, “políticos profesionales” y tecnócratas de los organismos comunitarios, a los que ha criticado con dureza incluso un economista como Krugman.

He recordado a ese viejo maestro socialista al leer un artículo (El País, Madrid, 24/6) de Jordi Soler en el que reivindica a los PIIGS porque son países “donde vivir bien la vida es un elemento fundamental de la cotidianidad”. La suya es una reivindicación insoslayable para un miembro de la Orden de Finnegans y creo que para cualquier seguidor del gran James Joyce.


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