A veces uno se siente tentado a dar la razón al poeta del Eclesiastés: “Lo que fue, eso será; / lo que se hizo, eso se hará. / Nada nuevo hay bajo el sol”.
Nada nuevo después de la “revolución ciudadana”: la arbitrariedad del caudillo y sus secuaces desbarata cualquier posibilidad de norma, de institucionalidad, de procedimiento democrático.
Si en el pasado el caudillo de turno mandaba a sus pandillas a cascar los huesos del periodista opositor, lo confinaba o lo mandaba al destierro (como pasó con Montalvo y Alejandro Carrión, esos insultadores de gran estilo), hoy ordena a sus “jueces” que sentencien al reo a la cárcel y al pago de sumas impagables en su beneficio.
¿No se clamaba contra la ‘partidocracia’ por la compra-venta de votos en el Congreso? ¿Y qué hacen hoy día en la Asamblea? ¿No se invocaba la independencia del sistema judicial contra el ex dueño del país, el Ing. Febres Cordero? Hoy retorna la metida de manos en la justicia. La “meritocracia” no es sino la desvergonzada exhibición del dedazo y los chanchullos.
¿No hicieron eso que llaman “revolución ciudadana” para instituir la transparencia, la participación ciudadana?
¿De dónde salen hoy las órdenes, después de tanta lucha contra el machismo, para que las hordas vayan a amedrentar a diputadas y a periodistas? ¿Qué tan lejos llegarán estas hordas de AP?
¿Acaso hemos avanzado un milímetro en civilidad, respeto, en búsqueda de racionalidad dentro de la divergencia? Entre los ex “compañeros revolucionarios” ya se muestran los colmillos y traicionan.
Con una Constitución rocambolesca y mamotretos legales impuestos a través del veto presidencial, que se suman a los mamotretos existentes, se acrecienta el caos legal donde campean la corrupción y la arbitrariedad.
La palabra ‘revolución’, antes de significar el cambio radical de una forma social, servía para designar el recorrido de un planeta en su órbita. “De las revoluciones de las órbitas celestes” tituló Copérnico al libro que revolucionó a su hora, en el sentido de cambio radical, la cosmología. Cumplido su ciclo orbital, la revolución ciudadana llega a su fin, es decir, a lo mismo. La expectativa de cambio democrático acaba así en otra frustración. Este régimen pasará a la historia como aquel que teniendo todas las condiciones para un cambio – apoyo social, recursos económicos, anhelo de instituciones republicanas – terminó en otro ciclo de lo mismo.
Quizás en ese contexto debamos comprender que en el 30-S sí hubo golpe: el autogolpe de Correa (después de un acto inaudito de irresponsabilidad y soberbia), con el que enterró de una vez por todas cualquier sombra de cambio democrático. De aquí en adelante asistiremos a la descomposición del Régimen. Lo que vendrá luego, ¿será más de lo mismo?
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/al-cabo-mismo.html